
Este hecho, visto por el Papado como una interferencia en los asuntos de la Iglesia, respondía a los planteamientos regalistas de la corte del rey francés, que ignoró las quejas del Papa y acusó de traición a un obispo. Bonifacio promulgó entonces la bula Unam Sanctam, en la que defendía la autoridad eclesiástica y su independencia.
Capturado en Anagni por los gibelinos, fue liberado por el pueblo, pero murió pocos días después de recobrar la libertad.